Oxígeno suplementario: el elixir de los alpinistas
¿Por qué llevar un poco de oxígeno en un cilindro si hay suficiente en el aire que nos rodea?
El alpinismo, una de las actividades más retadoras y exigentes que existen, implica escalar montañas imponentes, desafiando la gravedad y enfrentando condiciones extremas que a menudo ponen a los alpinistas cara a cara con la muerte.
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Una de las tantas maneras en las que la vida de estos escaladores peligra es a causa de la hipoxia. A medida que se aventuran a altitudes cada vez más elevadas, la consecuente disminución de la presión atmosférica los enfrenta al desafío de la falta de oxígeno en el cuerpo. La escasa absorción de este elemento dificulta enormemente llevar a cabo cualquier actividad física y mental.
Este reto conlleva al uso oxígeno suplementario como soporte vital en la conquista de las cimas más altas. Esta tecnología, al principio rudimentaria, fue evolucionando y mejorando con el paso de las décadas desde su primera implementación efectiva en el alpinismo a principios de la década de 1920.
Los comienzos del uso de oxígeno suplementario en el alpinismo
La primera vez que se pretendió usar oxígeno presurizado para suplir la respiración de los alpinistas tuvo lugar en 1921, durante la 1ra Expedición Británica de reconocimiento al monte Everest. Al final, este no se utilizó, pues el único miembro deseoso de poner a prueba sus ventajas murió durante la expedición; el resto no tenía interés alguno en el suplemento, pues consideraban su uso como motivo de desmérito.
Un año después, en la 2da Expedición Británica al Everest, el químico y alpinista australiano George Ingle Finch se ocupó de poner a prueba un nuevo y mejorado sistema de respiración asistida, mismo que él había ayudado en gran parte a desarrollar desde el pasado año. Este sistema constaba de 4 cilindros de acero de 53 centímetros de alto por 7,6 de diámetro con oxígeno a una presión de 150 atmósferas (2204 p.s.i.).
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El peso total de cada cilindro, incluida la válvula, era de 2,6 k, de los cuales 0,36 k correspondían al oxígeno, mientras que el aparato completo con cuatro cilindros llenos pesaba alrededor de 14,5. La expedición contaba con 10 juegos (40 cilindros).
El equipo puesto a prueba en esa segunda expedición tanto por George Finch como por Geoffrey Bruce demostró proveer una ventaja significativa en la escalada a altitudes extremas. A pesar de ello ambos escaladores no lograron hacer cumbre en esa ocasión debido a contratiempos relacionados al clima, teniendo que volver estando a solo 500 metros de la cima, a 8320 metros de altitud; más alto de lo que nadie había estado hasta ese momento. Finch aseguró luego que de no haber sido por la ayuda del oxígeno suplementario, no habrían regresado con vida.
La conquista del Everest con oxígeno suplementario
El 29 de mayo de 1953, el alpinista neozelandés Edmund Hillary y el sherpa nepalí Tenzing Norgay llegaron a la cumbre de la mítica montaña utilizando un sistema de respiración de flujo continuo de oxígeno y de circuito abierto, con un peso total de casi 10 kilos. Después de diez minutos tomando fotografías en la cumbre sin utilizar su equipo de respiración, Hillary afirmó sentir que se volvía torpe con los dedos y lento de movimientos, debido a los efectos de la hipoxia.
Los cilindros utilizados para esa expedición eran de aleación ligera con una capacidad de 800 litros (de oxígeno), y otros de acero RAF con una capacidad de 1.400 litros (ambos a 3.300 p.s.i). La expedición disponía de 8 equipos de circuito cerrado y 12 de circuito abierto. El escogido por la dupla que coronó la cima fue uno de circuito abierto, menos complicado y con menos propensión a bloquearse por congelamiento.
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Después de la conquista de 1953
El médico de la Marina estadounidense y alpinista Tom Hornbein modificó el diseño de una máscara respiratoria utilizada por los pilotos de la Marina para la expedición americana al Everest de 1963. En la actualidad, este diseño básico se sigue utilizando para los equipos de respiración de alpinismo de circuito abierto.
El fabricante ruso Poisk suministra aparatos de respiración desde 1982, utilizando una pequeña y ligera botella de 3,5 kilos hecha de titanio y kevlar enrollado en filamento con una capacidad de 6 horas de oxígeno a 2 l/min, con reguladores que podían ajustarse en incrementos de 0,25 l/min hasta 4 l/min. Las múltiples botellas pequeñas permiten reservas individuales más grandes.
International Mountain Guides, equipo internacional de tours y expediciones de alpinismo guiadas, optó en 1991 por una botella más grande que podía suministrar oxígeno durante 10 horas a 3 l/min.
Entrado el siglo XXI, uno de los sistemas de respiración más populares en el Everest utilizaba botellas de aluminio reforzadas con fibra de carbono que pesaban 3,2 kilos cuando se llenaban con oxígeno 3.000 p.s.i.
En 2003, Summit Oxygen introdujo un sistema experimental con cánula nasal y sistema de flujo a demanda con control eléctrico mediante una batería, pero el flujo era insuficiente en cada inspiración, y volvieron al sistema de máscara con rebreather parcial de flujo continuo, un diseño más tradicional.
En 2004 se introdujo la máscara TopOut, basada en la mascarilla de respiración 3M R6311.
Hacia el final del año 2021, 6.098 personas llegaron a la cumbre del Everest en un total de 10.656 ocasiones, de las cuales solo 216 (3.5%) lo lograron sin ayuda de oxígeno suplementario. Mientras tanto, 305 personas dejaron sus vidas en la montaña hasta ese momento.
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